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Jacques Diouf

Doctor Honoris Causa por la Universitat Politècnica de València. Investido el 9 de junio de 2009


Discurso

Excelentísimo Señor D. Juan Juliá Igual, Rector Magnífico de la Universidad Politécnica de Valencia
Excelentísimo Señor D. Nemesio Fernández Martínez, Director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos
Señores Decanos
Señores Profesores y Estudiantes de la Universidad Politécnica de Valencia
Señoras y Señores:

Es para mí un inmenso privilegio estar compartiendo hoy con ustedes este tan emotivo momento de entrega del título de Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia, coincidiendo justamente con el año en el que se conmemora el 50 aniversario de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de esta universidad. Durante sus 50 años de historia, esta prestigiosa casa de estudios ha sido cuna de un gran número de profesionales que han dedicado su vida al sector agrícola, forestal y ganadero. De allí que la distinción que hoy se me otorga tiene un alto significado para mí y creo que constituye un valioso reconocimiento a la labor de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y de los cientos de hombres y mujeres que en todo el mundo trabajan día a día por hacer realidad el más elemental de los derechos humanos, el derecho a la alimentación.

La Universidad Politécnica de Valencia es, sin duda, una de las universidades españolas de más renombre, por el alto nivel de sus enseñanzas y por la promoción de los más importantes valores del desarrollo humano. Tiene la reputación de ser un centro académico que se ha destacado en la lucha por la erradicación del hambre en el mundo, lo que quedó de manifiesto en el meritorio hecho de haber convocado en diciembre de 2004 el primer Foro Mundial sobre la Reforma Agraria, que constituyó un gran hito a través del cual numerosas asociaciones agrarias y organizaciones no gubernamentales hicieron llegar su voz a la Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural que, convocada por la FAO, se llevó a cabo en Porto Alegre, Brasil, en marzo de 2006. En suma, esta gran universidad ha demostrado con hechos cómo, también desde el ámbito académico, se puede trabajar por un mundo mejor.

Es por todo ello que deseo rendir homenaje hoy a los excelentes docentes con los que cuenta esta escuela, para que continúen en la difícil pero a la vez maravillosa tarea de formar a las mujeres y hombres que harán posible que la humanidad pueda enfrentar los grandes desafíos del siglo XXI, entre ellos asuntos de crucial importancia como la lucha contra el hambre y la pobreza.

Como es evidente para todos, actualmente nos encontramos ante una grave crisis financiera que está golpeando al conjunto de la economía mundial. La crisis alimentaria producida por la subida vertiginosa de los precios de los alimentos que conmocionó en 2008 a la comunidad internacional y que ha puesto de manifiesto la fragilidad de la seguridad alimentaria mundial ha quedado en cierto modo relegada en los medios de comunicación por la crisis financiera. Pero la crisis alimentaria sigue siendo endémica en muchas regiones del planeta. En muchos países en desarrollo los precios todavía no han bajado y el riesgo de una nueva alza generalizada de los mismos es cada vez más latente. No podemos cerrar los ojos ante una realidad que afecta a millones de personas que viven en la pobreza y la indigencia en el mundo entero. Por esta razón, he propuesto organizar una Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria, coincidiendo con la Conferencia de la FAO en noviembre de este año, que nos permita alcanzar un acuerdo amplio para erradicar de una manera definitiva el hambre de nuestro planeta para el año 2025, siguiendo el compromiso asumido por los Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica durante la Cumbre Iberoamericana de Montevideo de noviembre de 2006 al asumir la Iniciativa "América Latina y el Caribe sin Hambre 2025". Es decir, una Cumbre que establezca los mecanismos de coordinación necesarios para que la comunidad internacional en su conjunto pueda enfrentar con respuestas globales un problema global como es el del hambre y pueda, asimismo, sentar las bases de un nuevo sistema de gobernanza de la seguridad alimentaria mundial y del comercio agrícola.

La gran paradoja de nuestros días es que el planeta tiene el potencial de alimentar a toda la población. Se producen alimentos suficientes para todos y existen las tecnologías para aumentar la producción agrícola. Pero a pesar de ello, las dramáticas consecuencias de la crisis alimentaria mundial que azota al mundo con particular crudeza desde 2006 nos han conducido a una situación mucho más inquietante que la que ya enfrentábamos en el año 1996. En aquel entonces, en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación los líderes mundiales se comprometieron a reducir a la mitad el hambre y la subnutrición. Y similares compromisos fueron ratificados en la Cumbre del Milenio de 2000, en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación: cinco años después en 2002, y más recientemente en la Conferencia de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria de Roma en junio de 2008. Así pues, la gravedad de esta situación no es sino la crónica de una tragedia anunciada.

Pese a todas las palabras expresadas en las cumbres antes mencionadas, las últimas cifras que ha dado a conocer la FAO indican que en 2007, principalmente debido al aumento de los precios de los alimentos, el número de personas que padecen hambre en el mundo aumentó en 75 millones. Con un aumento de otros 40 millones en 2008, y una previsión de más de 100 millones en 2009 el mundo contaría hoy con más de mil millones de personas subnutridas, la inmensa mayoría de ellas en los países en desarrollo.

Durante décadas la agricultura se ha visto relegada a un segundo plano en las prioridades de la comunidad internacional. Es por ello que desde hace años vengo señalando la urgencia de una mayor inversión en la agricultura. Esta necesidad fue recogida tanto por la ya mencionada Conferencia de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria celebrada en Roma en junio de 2008, como por la Reunión de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria para Todos que, auspiciada por el Gobierno de España, tuvo lugar en Madrid a finales de enero de este año, así como por importantes reuniones del G-8 y del G-20. Para hacer frente a la situación de inseguridad alimentaria mundial, son necesarias inversiones en insumos e infraestructuras rurales en los países menos desarrollados, apoyando a los pequeños agricultores, reconociendo así su papel clave en la alimentación de las poblaciones más vulnerables y asegurando que ellos tendrán los recursos necesarios para garantizar por sí mismos su derecho a la alimentación.

Los siguientes datos nos ayudan a ilustrar cómo la agricultura ha dejado de ser una prioridad en las últimas décadas. La ayuda a la agricultura pasó de 8.000 millones de dólares EE.UU. en 1984 a 3.400 millones de EE.UU. en 2004, lo que representó una reducción en cifras reales del 58 por ciento. La parte de la ayuda oficial para el desarrollo canalizada a la agricultura se redujo del 17% en 1980 al 3% en 2006. Esta es una situación que no debe continuar. Hay que tomar al más alto nivel la decisión política de revertir esta tendencia negativa y llegar de nuevo en cinco años al 17% de ayuda al desarrollo destinada a la agricultura para propulsar una segunda Revolución Verde.

Jacques Diouf

Señoras y Señores:

Aunque la crisis financiera está teniendo ya profundas repercusiones en numerosos países en desarrollo, no debemos olvidar que aparte de los factores actuales que agravan la situación alimentaria mundial, existen una serie de problemas de fondo que deben ser resueltos cuanto antes. Especialmente me estoy refiriendo a la gobernanza, las instituciones de asistencia, el apoyo a los agricultores, la ayuda pública al desarrollo, la utilización oportuna y eficaz de los recursos financieros prometidos por países desarrollados e instituciones financieras internacionales, las inversiones del sector privado, la calidad y la inocuidad de los alimentos, entre otros.

De modo concreto, la FAO ya está aplicando diversas medidas en el marco de la "Iniciativa de lucha contra el aumento de los precios de los alimentos", que lanzó en diciembre de 2007 y que ha movilizado a día de hoy 240 millones de dólares para permitir a los pequeños agricultores tener acceso a insumos agrícolas. Por encargo expreso de sus países miembros, la FAO actualmente trabaja en 96 países, en casi todos los casos dando apoyo a la producción de alimentos mediante el suministro de semillas mejoradas, fertilizantes y otros insumos agrícolas para las diferentes temporadas de siembra de 2009.

La sociedad española ha demostrado siempre una gran solidaridad en la lucha contra el hambre y la pobreza. Solamente a través de la Décimo Primera Gala FAO que la televisión pública de este país (RTVE) emitió en noviembre del año pasado, los españoles y españolas contribuyeron con más de 2,5 millones de euros a los proyectos TeleFood, que apoyan a familias y a comunidades pobres para que puedan producir más alimentos y de mejor calidad.

Está claro que el desafío al que nos enfrentamos consiste no sólo en asegurar una alimentación adecuada a los más de mil millones de hambrientos que habrá en el mundo a finales de este año, sino también lograr alimentar en el año 2050 a 9.000 millones de personas, para que todos los seres humanos puedan llevar una vida digna e impere de manera estable la paz entre todos los países.

Estoy convencido que, para enfrentar desde hoy este inmenso desafío, es oportuno inspirarnos en eximios valencianos como el filósofo Joan Lluis Vives, nacido en esta ciudad en 1492, el mismo año en que Cristóbal Colón ampliaba los horizontes del mundo, gracias a la imprescindible contribución financiera de Luis Santángel, otro ilustre valenciano. Vives, perseguido por sus creencias religiosas, exiliado, humanista visionario y de precoz visión europeísta, nos dejó un legado maravilloso en su obra "El Auxilio de los Pobres" (De subventione pauperum. Sive de humanis necessitatibus libri II) en la que por primera vez alguien plantea sin ambigüedad que la lucha contra la pobreza no se resuelve sólo con la caridad, sino que principalmente con la voluntad del poder político que debe asumir la responsabilidad de solucionar las necesidades de los más desfavorecidos. O sea, ni más ni menos, lo que las organizaciones internacionales de las Naciones Unidas, y la FAO en particular, hemos estado recordando con insistencia en esta primera década del siglo XXI. Joan Lluis Vives es un símbolo universal de la lucha contra la intolerancia y por la paz entre las naciones. Que su ejemplo ilumine los pasos que debe dar hoy la humanidad para poner fin al hambre en el mundo.

Muchas gracias.


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