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Luis García Berlanga

Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 2 de octubre de 1997


Laudatio por Fernando Aranda Navarro

Honorable Señor Conseller de Cultura, Educación y Ciencia,
Excelentísimo Señor Rector Magnífico de la Uni- versidad,
Excelentísimo Señor Rector Magnífico de la Univer- sidad Miguel Hernández,
Excelentísimo Señor Don Luis García Berlanga,
Dignísimas Autoridades,
Señoras y Señores Miembros de la Comunidad Universitaria,
Señoras y Señores:

Imaginen, o recuerden, Valencia, antes de que "Turia" fuera también el nombre de una cartelera de cine capaz de desbordarse en los otoños a cada inicio de curso. Imaginen, o recuerden, como Manuel Vicent, en blanco y negro, la ciudad en tiempos de grises, en que casi tan solo las líneas de tranvía amarillas y azules coloreaban las vidas, imaginadas o recordadas por Ferran Torrent, de seres corrientes o notables, habitantes, transeuntes, investigadores, periodistas, boxeadores, camareros, comisarios, tahúres o prostitutas.

Pues bien, en aquella Valencia, a principios de los años 40, Luis García Berlanga inició los estudios de Filosofía y Letras. Entonces también consideraba la posibilidad de estudiar la carrera de Arquitectura pero, afortunadamente, se matriculó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid y dedicó su vida al cine.

Aquella temprana afición del director de cine por la arquitectura conecta y se corresponde hoy con la afición sentida por estudiantes y profesores de Arquitectura hacia su cine. El interés por el magistral ejercicio de una profesión que convoca a casi todas las artes y técnicas ha sido compartido por todos los estamentos de nuestra comunidad universitaria y ha culminado naturalmente con el reconocimiento de la Junta de Gobierno de la Universidad Politécnica de Valencia cuando, unánimemente, acuerda otorgarle el más alto grado y título de honor académico.

El honor que causa la investidura es el que corresponde a los méritos extraordinarios alcanzados como uno de los más grandes cineastas españoles, como el autor, o artesano si se prefiere, de comedias consideradas entre las mejores de la historia del cine, como director del rescate, recuperación, arqueología y restauración del patrimonio cinematográfico español, como el relevante maestro que ha enseñado el arte y oficio de la dirección desde las aulas de la Escuela Oficial de Cine y desde su ejemplar filmografía, como el director de cine para televisión, director de representaciones teatrales, o director de la literatura que ha dado un giro de noventa grados a nuestra sonrisa. No obstante, hoy la alegría y el honor más grande son nuestros por contar con su apreciada presencia entre nosotros.

Sus trabajos y su estética superan las tópicas clasificaciones identificadoras de significados o ideologías y se resisten a la crítica que pretende explicarlos o que los engrandecen intelectualmente más allá de las intenciones del propio autor.

Las primeras promociones del IIEC se formaron con la influencia de los maestros del cine soviético, como Eisenstein o Pudovkin, y del primer neorrealismo italiano. Sin embargo, como bien ha explicado Joan Alvarez, en cierto modo Berlanga ya era neorrealista en su valenciano cajón de perro mucho antes de que Vittorio de Sica rodara "El Ladrón de bicicletas" o Federico Fellini "El inútil".

Su propia biografía y su legendaria personalidad son conocidos acreedores de un arte que ha incorporado el fruto de la perspicaz y vocacional observación del espectáculo que ofrece el mundo de lo público.

Bajo la mirada recelosa de los experimentados directores formados en el oficio, la primera promoción de novatos directores titulados del IIEC comenzó a trabajar en medio de una sociedad superviviente de la guerra civil española. Así surgió un cine de soterrada desobediencia al sistema que se inspiraba en la miseria y en la gloria de los seres humanos, en las instituciones y en las inexorables leyes que los rigen. Desde entonces mantiene el macabro privilegio de ser uno de los directores más intervenidos por el censor gubernativo.

Los desatinos y absurdos distintivos del régimen de Franco fueron desafiados con una sinceridad candorosa desde la libertad de su arte personal en la clave de un humor nuevo que confundía a la censura.

La significación múltiple de su humor llegó a la comedia popular desde la inteligencia, desde el corazón y desde todo lo que ocurre más abajo del corazón. Ha filmado con ternura disimulada de burla fina el estupor surrealista que el infortunio y la suerte producen en la vida ordinaria, fundamentando sus imágenes sobre historias seriamente inventadas en feliz emparejamiento, como hicieran Buñuel, Fellini o Hitchcock, con los directores y guionistas Juan Antonio Bardem, Miguel Miura, Luis Colina, Ennio Flaiano, Rafael Azcona o Jorge García Berlanga.

Sin una representación visual previa, solo con el concepto de la historia y de las situaciones, ha procurado que el propio rodaje convirtiera el texto en la imagen fílmica definitiva, confiando la interpretación principal a la profesionalidad de un elenco habitual de fantásticos y sugerentes protagonistas, y depositando en los objetivos de certeros operadores y directores de fotografía, como Paco Sempere, Alfredo Mayo, Carlos Suarez o Hans Burman, la organización de los límites de su actuación.

De este modo ejerce una dirección global, sintética y, simultáneamente, mantiene un increíble control de los detalles. Dicen en religión que dios está en los detalles. Puedo dar fe de que el creador Berlanga detecta a 25 metros y a contraluz un corte de pelo anacrónico entre la masa de figurantes que asisten, inopinadamente reclutados, al mitin de un insólito Blasco Ibañez. Entonces con santa paciencia dice: "¡Que le pongan un sombrero!".

Desde una visión profundamente individual ha traducido las naturalezas, géneros y arquetipos de lo humano en complejas escenificaciones corales cuya armonía se concierta sin más efecto especial que apenas los recursos básicos del cine.

Proyectos en los cafés de guionista. Contención, voluntad de economía, de conseguir más con menos, de simplificar el montaje definitivo del material filmado y, simultáneamente, desbordamiento, puro placer por el cine y por la acción en sí. Predilección hacia la sucesión ininterrumpida de las tomas o hacia el doblaje en estudio del sonido original. Persecución a los actores desde su ubicuo travelín en los planos secuencia más largos y más logrados del cine español. Adecuación de la banda sonora, ese momento de fiesta que remata el final de una completa y laboriosa dirección mantenida en todos los pasos del proceso gradual que es la creación artística de una película.

De esta manera se entrevé la poética que hace su cine, que puede formar su universo a la voz de ¡acción!. Así es su háganse las luces y sombras que estimula y persiste más allá de la pura retina, que infunde vida a las imágenes y hace aparecer las acciones humanas como naturales ante nuestros ojos espectadores. El arte del cineasta da un sentido humano al invento técnico y científico. Es el arte lo que fabrica los sueños y la catarsis.

En la antigua tierra los seres humanos creían que los dioses proyectaban su vida sobre una euclidiana pantalla plana. Luego el mundo fue redondo y estático. Luego el cosmos se movió absoluta y mecánicamente. Y luego de newtoniano se convirtió en relativo y einsteniano. Pero hoy sabemos que la vida de todos nosotros en todos esos universos es berlanguiana, neologismo cuyo uso, según el profesor José Luis Santos, "está sobradamente justificado por ser inimaginable otro término equivalente".

Joan Alvarez en "La vida casi imaginaria de Berlanga" define así esta nueva palabra: "Berlanguiano, a. Adj. Dícese de un suceso, situación o circunstancia de gran confusión y alboroto en la que lo cotidiano parece extravagante y lo estrafalario parece común, y en la que las cosas, sobre todo las instituciones, solucionan una chapuza con el recurso a otra chapuza aún mayor. En las situaciones berlanguianas suele haber uno o varios individuos indefensos que corren el riesgo de sufrir en sus carnes los rigores de un sistema cuyo manejo parece estar fuera de control. //Sujeto que se pone en ridículo tratando de conseguir una ganancia con el recurso al favor de los poderosos o privilegiados. //Desde un punto de vista artístico, cabría decir que en lo berlanguiano se mezclan la deformación del esperpento, la caricatura del sainete y el exceso humorístico del ingenio fallero."

Gracias a las palabras el ser humano conceptúa el mundo, habla con él, lo expresa, se expresa y se comunica, intentando orientarse en el caos, berlanguiano, de la vida. El desorden es elemento de la condición humana y argumento para la creatividad artística.

En su filmografía nos podemos reconocer. Por parejas, felices en la pobreza acosada por las estrategias comerciales. Travestidos de español típico dando la bienvenida a los americanos que pasan de largo. Traicionando a la pureza juvenil por las conveniencias sociales. Cambiando la guerra nuclear por los fuegos artificiales en una playa de Calabuch. Rentabilizando, cada jueves, la religiosidad popular. Vendiendo tranvías. Humillando plácidamente al pobre con la falsa caridad. Sufriendo la sinrazón de las preceptivas municipales. Entrampados fácilmente por un sistema siniestro. Devorados por una soledad de tamaño natural. Negociando en los ríos revueltos del atocinamiento nacional. Deslustrando una ilustre ascendencia. Peloteando a la cultura. Capeando el fratricidio mavorcio. Vendiendo turrón a cualquier precio. Prisioneros, todos, de la ambición. Y escuchando atónitos a un Blasco Ibañez con acento de Bruce Willis.

Así pues, considerados y expuestos todos estos hechos, dignísimas autoridades y claustrales, solicito con toda consideración y encarecidamente ruego que se otorgue y confiera al Excelentísimo Señor Don Luis García Berlanga el supremo grado de Doctor Honoris Causa por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia.

Laudatio por Antonio Ferrandis

Honorable Conseller de Cultura, Educación y Ciencia
Excmo. Sr. Rector Magnífico de la Universidad Politécnica de Valencia
Excmo. Sr. Rector Magnífico de la Universidad Miguel Hernández
Excmo. Sr. D. Luis García Berlanga
Dignísimas autoridades
Sres. Miembros de la Comunidad Universitaria
Sras y Sres.

El cine vuelve a entrar, prendido de la solapa del valenciano Luis García-Berlanga, en las Academias, los Consejos Generales de Cultura, los Premios Nacionales a las Artes y en las Universidades, y con él, en su compañía, los cómicos, los goliardos, los actores, los guionistas, cierto tipo de músicos, de técnicos, de fotógrafos, como tras un barbudo Hammelin que de otro modo tal vez quedaríamos fuera del concepto de Arte, como si éste fuera tan restrictivo que únicamente se dejara besar por los seres excepcionales.

El cine es un arte que, a diferencia de la mayoría de los otros, no es un oficio de soledades, sino de equipo, y en este no existe tarea pequeña o poco significativa. Depende, claro está, de la autoestima de cada uno. Recuérdese que en una ocasión había un picapedrero golpeando una robusta roca, cuando alguien le preguntó: Pero, buen hombre, ¿qué está haciendo usted? y respondió: ¡¡catedrales!!.

En el cine, el resultado es obra de un director, en este caso excepcional, que coordina el trabajo de todos, de decenas de hombres y mujeres cada uno de ellos "especialistas" en lo suyo. Ahora bien, el elogio del trabajo realizado con pulcritud y vocación, no quiere decir que el perfecto navegar de un bergantín se deba a grumetes y marinería sino a la destreza, conocimientos y tino del capitán; o que un puente de belleza excepcional sea mérito del soldador o del obrero de villa: el arte, para el que muy pocos están dotados, de dirigir, de contar bien una historia, de sugerir más que de decir, solo es posible si se tiene la finura de saber encontrar los colaboradores adecuados, los ayudantes eficaces que sepan entenderle y materializar la inteligencia del ingeniero o capitán del navío en esa transparente catedral que puede llegar a ser una película.

También los universitarios precisan de ese acierto. La Universidad Politécnica de Valencia es uno de los más prestigiosos centros de investigación, estudio y formación no sólo de España sino en el ámbito internacional y al tiempo que una atención más refinada ha prestado a la vertiente humanística y en concreto a las Bellas Artes a cuyo campus, incluso, pertenece una Facultad de este nombre, lo que nos crea la nueva y solo aparente contradicción entre los trasnochados conceptos de Universidad Literaria y Politécnica. Esta última podría hacer creer a alguien que solo presta atención a lo teórico-técnico, cuando los hechos nos demuestran que no. Permítanme que les recuerde que ha investido doctores a Causa de Honor a siete valencianos más el que lo será en el acto que hoy nos reúne, y no puede ser una casualidad que hayan sido un músico, un crítico de arte, un pintor, un sacerdote y un cineasta, lista que completan un arquitecto con notabilísima inclinación a la poesía; un jurista de lírica capacidad expositiva y un científico "puro", que al final ha devenido en presidente del Consejo Valenciano de Cultura. Los señores Rodrigo, Aguilera Cerni, Lozano, Tarancón, García Berlanga, Calatrava, Attard y Grisolía han destacado porque el ser humano está en el centro de sus obras, de su comprensión, de su meditación y de su mirada.

Con Luis García-Berlanga se añade, además, otros conceptos que conforman su irrepetible personalidad: pintor con algo más que afición; intencionado crítico cinematográfico; director de debates de cine-club antes de que los debates fueran lo que hoy son, personaje en fin que ha llenado con su cine el último medio siglo, exacto, de la cultura española, pues fue en 1947 cuando ingresó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, dato clave por la rotundidad de la fecha: hace cincuenta años, casi tantos como tiene Esa pareja feliz (1951) que dirigió con Bardem o hace cuarenta de esa obra espléndida Los jueves milagro (1957), hecha añicos por la censura pero que nos traía a aquella España agobiada, los aires del neorrealismo italiano, la comedia inglesa y el ternurismo francés. En medio Bienvenido Mister Marshall (1952), pieza inesquivable, como el tan italianizante Calabuch (1956) o la mejor de todas: Novio a la vista (1953).

Sin embargo, y como venía diciendo cuando me refería a los equipos necesarios, es en su colaboración con Rafael Azcona, su humor negro y lo que se ha venido llamando ternurismo, con lo que alcanza la cima de Plácido (1961), El verdugo (1962) que fue, por cierto, el primer, frontal y contundente alegato contra la pena de muerte dentro de nuestro cine, o con el "valenciano" Asíns Arbó que coloreó con su música tantos fondos y paisajes. A partir de ahí la censura se cebó en nuestro director hasta que se tuvo que ir a rodar a Argentina, Francia, etc. Este a modo de exilio necesario que se ha constituido en un triste canon de nuestros intelectuales desde hace algo más de dos siglos. Triste herencia tan violenta y retardataria que La vaquilla, por ejemplo, se filmó veinticinco años después de ser escrita y concebida.

Las películas de García Berlanga, en algunas de las cuales he tenido la oportunidad de trabajar, se reconocen por sus propios ropajes; causticidad, comprensión, ternura, crítica y reconciliación. No son la ficción de una imaginación desbordante, sino "otra mirada" sobre la realidad, presente o pasada, una lupa sobre nuestra manera de ser colectiva, un tratado de nuestra personalidad como pueblo, como españoles, como seres humanos.

El cine español, por ello, tiene una deuda impagada con García Berlanga: ahondando en nuestros tics -a los que no llamaré "defectos" porque no caeré en la arrogancia de "perdonarle" a los demás su forma de ser--, ha sabido hallar el universo de lo cotidiano tras el que se esconde una concepción del mundo, de la sociedad, de las relaciones humanas, del lugar que finalmente cada uno ocupa en el mundo, en contraste con otro cine más de evasión, digámoslo así, más ligero aunque no más divertido porque el cine de García Berlanga es, además, ingenioso y de una amabilidad sonriente cuando no divertidísima.

El escritor alicantino Juan Gil-Albert escribió un libro que tituló Contra el Cine; los títulos, si lo son en sentido ortodoxo, deben informarnos del contenido y en este caso la regla se cumple de forma implacable, ya lo creo que sí. Gil-Albert tenía una opinión muy suya sobre este arte del siglo XX, y sin embargo era admirador de Visconti, admiración que le llevó a escribir otro libro que tituló Viscontiniana. Por esta aparente contradicción, un crítico le pidió que aclarara cómo se podía estar Contra el Cine y admirar a Visconti a la vez, y el escritor de Alcoi respondió: Es que Visconti no es el cine. Con la misma tentación de matiz tendríamos que decir que García Berlanga no es el cine español de estos últimos cincuenta años, sino que es y representa otra cosa. No intento realizar un juicio de valor, hago una matización intencionada y ad homine. García Berlanga, decía, representa otra cosa, esa reconocida en las Academias, en los Consejos Generales de Cultura, en los premios Nacionales y por las Universidades, que tiene aprobación internacional y que hizo que por esta vez, los españoles no nos quedáramos descolgados de las estéticas y calidades que se imponían en nuestros países vecinos. Además ha sabido abrir el portillo y que entraran las nuevas generaciones guiadas cuando no tuteladas por su instinto y cordialidad. Todos a la cárcel (1993) ya la firma con su hijo Jorge en una generosa alternativa. Es lo que Ricardo Bellveser señaló en uno de sus poemas cuando dijo:

Es preciso vivir intensamente
para saber tender la mano con orgullo,
ceder el paso, el asiento y la almohada
sin sentirse por ello atropellado.

El cine, pues, ha vuelto a entrar en la Universidad y confío que ahora se quede, que no venga de visita sino que se estudie, junto con la obra toda del doctorando, como una de las Artes Bellas que nos hacen el mundo más explicable, más habitable y hermoso.

He dicho.


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