Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 6 de octubre de 2005
Muchas gracias a todos. Querría expresar mi agradecimiento especial a la Universidad Politécnica de Valencia, a su Escuela Técnica Superior de Ingeniería del Diseño y a su Director Enrique Ballester por haber pensado en mí para este alto honor. Agradezco a la Agencia Europea del Espacio las oportunidades que me ha proporcionado, en particular la de ejercer esta actividad tan interesante de astronauta durante estos doce años, la cual me ha permitido conocer ingenieros y científicos entusiastas y didácticos y tener acceso a su preciado tiempo - no sin despreciar la experiencia del vuelo espacial en sí, claro está. Muy especialmente menciono otra institución con gratitud, la Universidad Politécnica de Madrid. Recibí de ella mi educación superior y mucha formación del carácter; la Escuela de Ingenieros Aeronáuticos sigue siendo famosa por exigir el máximo. De la UPM he recibido también el importante encargo de trabajar en el Centro para Científicos españoles en tema de microgravedad, lo cual me ha permitido compaginar una actividad profesional operativa con la vuelta a España, siquiera temporalmente, después de dieciocho años.
En resumen, he tenido suerte y muchos apoyos en la vida. Menciono por último a mi familia: mis padres se dejaron la piel para darnos a mi hermano y a mí una educación mejor que la media; y merece mención especial mi querida Consuelo, o como decís aquí Consol, nativa de esta tierra Valenciana y entusiasta defensora de ella, cuyo buen saber diplomático ha sido siempre fuente de certeros consejos y que ha sabido hacer compatible su brillante carrera profesional con tener en la familia un astronauta, cosa que las más de las veces es un engorro y una fuente de problemas para ellos.
Mi trabajo ha estado siempre ligado a las operaciones espaciales y ha dado poco lugar a realizar actividades académicas o de investigación, por lo que este doctorado honorífico es especialmente agradecido. A la ciencia siempre he tratado de contribuir desde mi puesto, que podríamos calificar como de servicio: los astronautas son en definitiva, y por ser escaso su número en las naves, gente que debe hacer de todo. Su actitud hacia los experimentos científicos debe ser de apoyo a los investigadores y deben tratar siempre de ser sus manos y sus ojos en el laboratorio espacial, para lo que deben interesarse por comprender lo que hacen lo más posible y las implicaciones de cada una de sus acciones previstas o no. De esta manera y en esta función, he participado en numerosos experimentos y he tenido ocasión de sentir la pasión por la ciencia de los doctores y los doctorandos, grupo al que desde hoy pertenezco siquiera de forma honorífica.
Otra faceta de mi trabajo ha sido mi posición privilegiada por ejercer una actividad en cierto modo singular y con proyección en la sociedad y los medios de comunicación. Esto me ha permitido hacer divulgación de la ciencia y la tecnología, y considero ya esto una parte muy importante y responsable de mi actividad.
En todos los paises desarrollados se da la siguiente paradoja, muy presente en el día a día de cada universidad o instituto: la sociedad debe su pujanza a la tecnología y la organización, pero los jóvenes más capaces se afanan poco y esperan poder enriquecerse en poco tiempo por alguna ocurrencia o carambola. El bienestar de la gente se ha conseguido a base de trabajo, esfuerzo, y sobre todo a base de mejoras en los productos y servicios, mejoras que se deben atribuir a un constante desarrollo de tecnologías. Los ingeniosos diseños, los materiales fiables, la electrónica casi mágica, los métodos de cálculo refinados, todo ello asegura la calidad y la efectividad en presencia de una fuerza de trabajo cada vez más formada. Si el producto existe, las buenas infraestructuras y las técnicas de distribución y comercialización llevan a beneficios que proporcionan el bienestar antes aludido. Las familias viven mejor en general y algunos individuos incluso se dan maña en obtener gran cantidad de dinero aprovechando irregularidades del proceso o por encontrarse muy próximos a los centros de poder económico. Es normal que esto suceda puesto que el sistema se basa en permitir la remuneración de los riesgos. Sin embargo, la difusión del éxito monetario de unos pocos, omitiendo toda referencia al esfuerzo personal requerido, no hace sino empeorar la situación.
Todos tratamos de solucionar este problema de motivación explicando a los jóvenes el valor del esfuerzo, cómo las generaciones futuras nos lo agradecerán, el deber que todos tenemos hacia la sociedad, y otras encomiables disertaciones. Creo que todos los padres, educadores y divulgadores podemos constatar que funciona cada vez peor - el talento se nos escapa por entre los dedos, sin poder moldearlo adecuadamente cuando es el momento.
Creo que Ortega y Gasset lo expresó perfectamente en 1927 así: "Yo no creo mucho en la obligación, como creía Kant; lo espero todo del entusiasmo. Siempre es más fecunda una ilusión que un deber". Si esto es cierto para los adultos, en los jóvenes la única forma de interesarlos por algo es excitar su entusiasmo, esto es bien sabido y siempre ha sido y será así. Y actualmente la saturación de estímulos es tal que la emoción de descubrir e inventar compite con infinidad de otras. Por lo tanto, si la sociedad pretende dar origen a nuevas generaciones de adultos con formación sólida y profunda y dedicados a los nuevos desarrollos científicos y tecnológicos debe presentar estas actividades de forma que exciten la pasión y provoquen el interés. Por un lado, el esfuerzo realizado en las últimas décadas con museos de ciencia va en el camino correcto - los niños reciben el conocimiento por los ojos y activan experimentos con las manos, y surgen en ellos preguntas para sus profesores y ganas de ir más allá. Por otro lado, algunos ejemplos hay en los medios de comunicación de contenidos valiosos desde este punto de vista, aunque permanentemente relegados a horarios de audiencia mínima. Hay que hacer más.
En la docencia universitaria por supuesto se selecciona al personal atendiendo al nivel y profundidad de sus conocimientos y a ciertos criterios de idoneidad pedagógica. Así ha de ser, puesto que los nuevos ingenieros deben comprender de dónde sale el saber, por qué motivos y hasta qué punto han de estar seguros de los números obtenidos de las fórmulas, y han de poseer recursos para buscar la verdad donde aún la ciencia no ha llegado. Pero seamos sinceros y hagamos memoria. ¿De qué profesores tenemos nosotros los mejores recuerdos, cuáles nos han hecho ver un día una luz especial? En mi caso recuerdo especialmente a Amable Liñán, recientemente investido honoríficamente por esta misma Universidad, un personaje cuya pasión por el saber estaba a la vista en cada lección y que nos mostró como nadie lo cerca que están, si se saben llevar bien, las fórmulas matemáticas físicas de la comprensión de los fenómenos de la Naturaleza - él recorría ese camino en los primeros 15 minutos de cada clase, ante nuestros ojos. No tengamos miedo: expresar sentimientos y emociones por el saber transmitido durante las clases universitarias, sean de la materia que sea, no hace sino ayudar a los alumnos.
Los ingenieros en formación necesitan además la perspectiva de interesantes trabajos en su carrera. Hay que mostrarles continuamente los futuros desarrollos aún no conseguidos en los cuales ellos podrían tomar parte. Tomando como ejemplo los aeronáuticos o aeroespaciales, es más fecunda una clase magistral mostrando el proyecto Airbus 380 y los problemas aún por resolver en él, que muchos cursos completos. Aún mucho mejor es una conferencia sobre los planes de exploración de la Luna y Marte, los desarrollos aún por venir, el volumen grandioso de este problema ingenieril, y las probabilidades que tienen los allí presentes de ser los encargados de resolverlo. Y a esto último voy. Europa debe seguir intentando resolver lo aparentemente imposible, debemos fomentar la existencia de proyectos reales como el 380 orgullo de todos, como el Mars Express, como el AVE o los más avanzados buques o edificios. Tanto para asegurar la autonomía tecnológica, como la competitividad, como la capacidad exportadora, como los puestos de trabajo bien remunerados, han de existir siempre proyectos de tecnología en los que se vaya más allá. Y para conservar nuestros mejores talentos no valen medianías: el mejor avión del mundo, el mejor cohete, el mejor tren, y por supuesto la primera tripulación en Marte deben ser los objetivos y en la economía más potente del mundo han de haber los medios para ello. Los Gobiernos deben fomentar las condiciones para hacer rentables inversiones privadas en estos proyectos, y proporcionar fondos públicos donde sea apropiado. Nos jugamos mucho, y cuanto más tardemos en ponernos al nivel necesario más costará recuperar.
Entusiasmo por la comprensión y el dominio de las fuerzas de la Naturaleza, perspectivas de formar parte de los grupos que harán lo nunca hecho, si les damos esto a nuestros jóvenes será nuestro mejor legado.