Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 2 de octubre de 1997
A J.L. García Berlanga se le puede adjudicar cualquier adjetivo, con la condición de que, a continuación de éste, figure la palabra divino. Bien podía llamársele, por tanto, provocador divino, a él, que le está permitido usar los seis puntos cardinales que existen: Norte, Sur, Este, Oeste, Arriba y Abajo. Este privilegio le permite incorporar a lo humano las dimensiones de lo sublime y de lo insondable.
J. L. García Berlanga usa y respeta la tecnología y, al igual que nosotros, la incorpora al continente y contenido del arte. Porque, ¿quién duda hoy que la Universidad Politécnica de Valencia es la Facultad de Bellas Artes con una Universidad dentro?. J.L. García Berlanga usa y respeta la tecnología. Lo vemos constantemente en su obra. Así, por ejemplo, en la película "El Verdugo", él pudo haber elegido otra forma de letalidad, otra forma de ejecución. Podía haber elegido matar con la mirada, como hacen los pueblos del caribe.
Si tu mirada matara,
Yo ya estaría en el cielo.
¡Que miedo!
Dice la canción, pero prefirió el viejo y fiable artilugio mecánico, al que, por cierto, no sé por qué se le llama garrote-vil, cuando parece que el nombre más adecuado sería llamarle el agarrote-vil.
Tales méritos tenían que conducir inexorablemente a J.L. García Berlanga a la Universidad Politécnica, que es el lugar de paso obligado para aquellos que, como él, y por no renunciar a ninguna dimensión, necesitan dos rosas perpendiculares de los vientos.
J.L García Berlanga unirá su nombre a otros, como el maestro Rodrigo, el cardenal Tarancón, el poeta Alberti, que fueron, como él es hoy, para nuestro compromiso con los seres humanos, una referencia, para nuestra ilusión un alimento, y para nuestra soledad la compañía.