Se sabe que las sociedades, la Ciencia, la Tecnología, la Cultura, avanzan cuando se posee la lucidez necesaria para diagnosticar lo complejo con palabras sencillas. Esa es la clave. Diagnósticos honestos como merece la sociedad que nos sustenta. Diagnósticos comprensibles, corresponsabilizaciones pertinentes y terapias adecuadas.
Uno percibe que estamos en un tiempo diferente. Un tiempo de caída de dogmas y de emergencia de ingredientes insospechados. Resulta difícil creer que la economía mundial, al menos la de la vieja y vulnerable Europa vaya a moverse por los mismos caminos que han sido las pautas normales hasta ahora. El brutal descenso de la tasa de natalidad, en las sociedades avanzadas, la invasión de las imágenes de la tragedia de pueblos enteros, la posible y legítima invasión de gentes buscando un trozo de pan del Este de Europa y Norte de África, el desplazamiento y amortiguamiento de los niveles de riqueza y desarrollo social, el intolerable deterioro medioambiental, el abuso sobre el subdesarrollo como un medio de mantener nuestro aparente bienestar y nuevas dificultades sobre la disponibilidad de los recursos naturales, son factores que hacen pensar en unas estructuras económicas diferentes para el futuro inmediato. En particular en España el futuro económico se debe configurar con sólidas raíces en el Know-How existente, en el I+D conocido y con una capacidad flexible de evolucionar por innovación tecnológica hacia los microsectores estratégicos. Más o menos como una palmera. Casi no queda tiempo para validar las teorías. El futuro, en cualquier caso, es de los que tienen capacidad de observar. Capacidad de vivir.
