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José Calavera Ruiz

Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 1 de octubre de 1992


Palabras del Rector

Todos los cursos académicos tienen condiciones para ser importantes. Todos los cursos académicos tienen condiciones para la esperanza. Ello es evidente, pues, no existe un vientre intelectual más fecundo que la universidad. Este curso más de 26.000 jóvenes, entre los iniciados, los que peregrinan un año más, que a ellos les parece eterno, por las aulas y laboratorios, y los que tienen la zozobra de finalizar sus estudios para poseer la realidad de la calle, más de 26.000 jóvenes recibirán este curso su dosis de ciencia, tecnología y arte.

La sociedad puede estar satisfecha. La universidad, además, seguirá siendo motor, un motor más, de la socioeconomía valenciana, pues una parte de su esfuerzo se empleará, solidariamente, en generación de riqueza y solución de problemas de nuestras empresas. Y, por si fuera poco, también contribuirá con su debate intelectual, a elevar la cultura cívica, tecnológica y artística de nuestras instituciones y de nuestra sociedad, opinando en todos aquellos temas en los que cree tener magisterio y criterio. Tenemos el presentimiento de estar cumpliendo con nuestra responsabilidad. Es más, tenemos la convicción de que cualquier proyecto de innovación de tecnología y de arte que hoy se plantee en la comunidad valenciana tendrá más éxito si cuenta con la Universidad Politécnica de Valencia. Y esto es porque la sociedad no puede admitir hoy proyectos de futuro que no resistan un análisis simultáneo de rentabilidad social y de optimización económica. Cada vez estamos más satisfechos con una sociedad que año tras año nos envía a más hijos suyos. La sociedad nos ha perdido el miedo que es lo mismo que decir que ha perdido el miedo a la tecnología. Cada vez estamos más lejos de lo que ha sido uno de los pecados capitales de los españoles, cuando había que hacerse perdonar por decir que lo útil es bueno o por decir que es malo que los informáticos se formen con ábacos o que las telecomunicaciones se enseñen a través de las señales de humo.

Sería un error ignorar que la Universidad Politécnica de Valencia es el primer sistema integrado de ciencia, tecnología y arte de la Comunidad Valenciana y que más de 26.000 alumnos, 2.200 profesores y personal de administración y servicios tienen la importante tarea de introducir en esta sociedad nuestra, progreso tecnológico y artístico. La tecnología es una de las tres herramientas de progreso real que tienen los pueblos. Las otras dos herramientas son la cultura cívica y la cultura solidaria. Hoy cuando el futuro es la resultante de una confrontación entre problemas que crecen exponencialmente en cantidad y variedad y entre las herramientas de resolver problemas, que crecen también exponencialmente en sofisticación y potencia, es más verdad que nunca esta afirmación.

Estamos abocados a recorrer el futuro desde un presente difícil, desde un presente con una cultura de funcionamiento pública y privada un poco irreal, no afinada.

Esta irrealidad, esta falta de rigor de la sociedad y de sus instituciones ha originado dos errores en relación con la universidad.

En primer lugar, la ha idealizado, la sociedad cree que la universidad dignifica cuanto toca. La sociedad cree que cualquier producto que emerge de la universidad por el hecho de serlo, es más bueno que lo que realmente es. De ahí nuestro interés de ser examinados día a día por la sociedad, de sentirnos parte de la sociedad, de fundirnos con la sociedad para conocer sus problemas y que conozcan los nuestros y nuestras limitaciones.

El segundo error es que la sociedad y sus instituciones suelen creer que las herramientas del presente son válidas para afrontar las decisiones que el futuro exige. ¡Como si el futuro fuera una mera prolongación de la ideología del presente!

Este frecuente error se debe a que en la memoria individual de las personas y en la memoria colectiva de los pueblos los recuerdos gratos suelen desplazar a los menos gratos, y como consecuencia, siempre validamos el presente, al aceptar tácitamente que, salvo deshonrosas excepciones, el pasado siempre cumple.

Por otra parte no podría ser de otro modo. No podríamos vivir con la presencia constante, frente a nosotros, de los errores e injusticias de la historia.

Y tal relajación, es especialmente grave cuando se trata de la universidad. Pues la universidad ha de estar, por definición, adelantada a su tiempo. Maestros de hoy con memoria de ayer deberíamos explicar cosas que han de ocurrir mañana. Si la formación que reciben nuestros jóvenes es una formación de hoy les estamos engañando. Ellos han de estar formados para entender lo que les ocurrirá mañana cuando salgan de las aulas y se incorporen a la sociedad. No quiero calificar lo que sería si la universidad formara a los jóvenes con conocimientos de ayer. La sociedad debe nutrir a la universidad para que fuera posible tal formación de futuro. En caso contrario sería preferible darles el título a los alumnos y que no vinieran por la universidad. Y la sociedad debe exigir tal calidad a la universidad. La universidad debe dejar de ser un santuario intocable por la sociedad.

Estamos inexorablemente obligados a recorrer un tiempo de crisis. Si sabemos estimular la potencialidad de nuestro pueblo valenciano, si sabemos sumar iniciativas, si sabemos invertir en lo fundamental, y la formación lo es, saldremos reforzados de la crisis. Y daremos, estoy seguro, gracias a la crisis que nos ha permitido afinar nuestro funcionamiento, optimizar nuestra cultura cívica y dar el salto conceptual hacia adelante que dan periódicamente los pueblos lúcidos en situaciones análogas. Como muy bien saben Uds., toda universidad que se precie está en crisis permanente, realmente está en crisistividad, o sea crisis en acción. Porque por definición, la universidad es crisis en acción.


EMAS upv