Doctora Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investida el 28 de septiembre de 1999
Desearía tener la riqueza de vocabulario y la facilidad de palabra que una ocasión tan especial merece y así poder relatar las emociones que a lo largo de estos últimos meses me han embargado, desde que recibí en Barcelona la visita de D. José Macho Quevedo y de D. Juan M. Gisbert Blanquer, para comunicarme el nombramiento de Doctora Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia.
Quiero aprovechar esta ocasión para rememorar la insigne figura del Catedrático y amigo D. José Macho Quevedo, que nos dejó recientemente y al cual debo en gran parte mi presencia hoy aquí.
Agradezco de todo corazón a la Junta de Gobierno de la Universidad y a su Rector Magnífico por esta distinción y es para mí un gran honor, a partir de este momento, poder pertenecer al Claustro de la Universidad Politécnica de Valencia.
No todos los aquí presentes tendrán conocimiento de mi unión a la Comunidad Valenciana, tierra natal de mis Abuelos, y concretamente Xàtiva de mi Madre. A través de ellos, he amado siempre mis raíces, guardando en mi memoria maravillosos e imborrables recuerdos aquí vividos. Por todo ello, este nombramiento, me resulta más entrañable si cabe, de lo que Ustedes puedan imaginar.
La tierra es el milagro del universo, maravilloso planeta en el que todos, fauna, flora y el ecosistema en general, encuentran su desarrollo y convivencia por cauces naturales. Los humanos, sin embargo, nos hemos olvidado de ello y el deterioro de nuestro planeta va en aumento, la pobreza en consecuencia se incrementa a pasos agigantados y las distintas ideologías producen las guerras más absurdas que hemos podido ver.
A las puertas del nuevo milenio, debemos aunar nuestros esfuerzos en todos los ámbitos, para conseguir la cultura de la paz, y en la Universidad, los jóvenes, con su fuerza, voluntad, espíritu de superación y con la sabiduría adquirida, puedan crear una conciencia de paz, para la convivencia, para la ciencia y sus aplicaciones.
La ciencia siempre es positiva, puede ayudarles a desplegar su identidad y a multiplicar su capacidad y la conciencia debe alcanzar y conducir a la razón, a la ética de la responsabilidad y de la convicción. La primera surge del saber y del conocimiento, la segunda de la pasión, de la compasión y de la sabiduría.
En los albores de un nuevo milenio, ésta debe ser nuestra misión, ponerla en la práctica, completarla, vivirla y avivarla cada amanecer. Los derechos humanos no se tienen ni se ofrecen, sino que se conquistan y se merecen cada día.
Deseo así, que la esperanza de hoy, sea una feliz realidad mañana.
Desconozco las razones que les ha llevado a otorgarme tan prestigioso nombramiento, ya que en mi vida de estudiante no tuve la posibilidad de realizar ninguna carrera Universitaria. En aquel entonces, solo era una joven que amaba desesperadamente la música.
Tuve en la maravillosa familia Bertrand, la ayuda que en su momento me permitió desarrollar mis estudios musicales. Sí es cierto que he dedicado toda mi vida al estudio de la música, a la búsqueda exhaustiva de obras inéditas y a la recuperación de obras que habían caído en el olvido.
Me considero una mujer afortunada, ya que desde un principio la música guió mis estudios y mi vida y yo he procurado siempre servirla humildemente, como tantos y tantos han hecho. No quiero dejar de recordar en este acto solemne, a una persona que he admirado y respetado por su servicio a la misma, Alfredo Kraus.
La música favorece el entendimiento con los demás, y con el mundo circundante. Tenemos que alentar todo aquello que invite a compartir y la música es uno de los caminos de unión entre las diferentes culturas, razas y religiones. La unión siempre ha sido y seguirá siendo la mejor garantía para la paz.