Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 3 de diciembre de 1991
Una vez más he de agradecer a la Universidad Politécnica de Valencia, el honor y la satisfacción que me otorga, de exponer los méritos de una personalidad científica excepcional, gran valenciano y gran amigo.
Santiago Grisolía nació en Valencia, en el año 1923 y, en su larga y viajera vida, el espíritu de su tierra natal puso un sello en su obra y en sus afectos.
Por razón de su residencia familiar, ya que su padre fue un distinguido banquero, Grisolía cursa los primeros años de Medicina en Madrid y, a partir del tercer año, se traslada a Valencia, en cuya Facultad termina los estudios. Aquí fue discípulo predilecto de D. José García Blanco, el inolvidable catedrático de Fisiología. Aquel hombre fino, de voz y ademanes suaves, delgado y pálido, afable y volcado a sus discípulos, despertó en Grisolía la vocación por la Ciencia y por la Bioquímica y abrió sus ojos al maravilloso mundo de la Investigación.
En el año 1945 el Ministerio de Educación convocó 10 becas para estudios en el extranjero y Grisolía alcanzó una de ellas para ir a los EEUU. Llegó a este país, donde tantos éxitos alcanzó, totalmente despistado y solo.
Había entonces, en la embajada de España, un personaje curioso, bien conocido por todos los becarios de aquel tiempo, el P. Sobrino, que le buscó alojamiento y le dirigió al Prof. Lorente de No. Grisolía había oído a Gª Blanco cosas de Ochoa, y Lorente le facilitó una entrevista con aquel joven bioquímico español, recién llegado a la Universidad de Nueva York, del que tenía magníficas referencias. Así, el 2 de enero de 1946, Grisolía inició su carrera investigadora como primer discípulo de Ochoa, y comenzó también, entre ellos, una relación y amistad que dura todavía cuando Ochoa tiene 86 años y Grisolía 68; amistad beneficiosa para Valencia opuesto que ha conducido a que tengamos la preciosa joya cultural que es el museo Ochoa, en el que se guardan no sólo sus premios, medallas, diplomas y honores, sino su biblioteca, su correspondencia y el tesoro de sus notas diarias de laboratorio.
En aquel tiempo fueron sus condiscípulos Arthur Kornberg, que luego fue premio Nobel, y Adam Mehler.
Allí, Grisolía trabajó con éxito en la enzima málica, y se inició en la enzimología, en cuya ciencia alcanzó un alto prestigio.
Es interesante recordar que, en esta época, Ochoa no tenía en N.Y. un despacho, ni laboratorio propio, sino sólo un banco de mesa cedido.
Luego, Ochoa le sugirió que, para iniciarse en las nuevas técnicas de los marcadores isotópicos, debía trasladarse a la Universidad de Chicago. Allí, en 1947, trabajando con Carbono 14, demostró, por primera vez, la fijación de CO2 en tejidos animales, que había sido prevista por Ochoa, de una forma indirecta, en una elegantísima experiencia.
Durante todo este tiempo, a ratos perdidos, Grisolía completó su tesis doctoral que leyó, en Madrid, con los máximos honores, siendo presidente del tribunal el Prof. Jiménez Díaz que, durante toda su vida, mantuvo una gran amistad con Santiago.
Es curioso el paralelismo de las trayectorias de Ochoa y Grisolía en sus primeros pasos: los dos sintieron precozmente su vocación científica, los dos pidieron, aun siendo estudiantes, introducirse en los laboratorios de investigación de sus profesores de Fisiología, los dos buscaron, muy pronto, los horizontes de las Universidades extranjeras (Ochoa fue a Glasgow cuando tenía 22 años y Grisolía a los EEUU también a los 22) los dos hicieron sus tesis doctorales de un modo marginal a sus líneas investigadoras principales, los dos viajaron a Madrid para leer sus tesis, los dos buscaron infructuosamente un puesto en la Universidad española y los dos desarrollaron brillantísimas carreras en EEUU.
En el año 1948 Grisolía fue contratado por la Universidad de Wisconsin como profesor asistente con el Prof. Philips Kohen y allí trabajó durante 6 años sobre las reacciones enzimáticas del ciclo de la Urea.
La aportación de Grisolía al conocimiento del ciclo de la Urea, durante este período de Wisconsin es impresionante. Krebs había publicado el esquema que lleva su nombre y que le valió el premio Nobel, pero en este esquema había zonas oscuras y lagunas que Grisolía fue aclarando a lo largo de muchos años; entre otros descubrimientos demostró que: la citrullina es un eslabón del ciclo; que el N-acetilglutámico es activador alostérico en la biosíntesis de la citrullina; la fijación del CO2 como fase previa a la formación de citrulina; el papel del carbamoilfosfato y el mecanismo de su síntesis; descubre por primera vez una reacción con acople directo de ATP en una biosíntesis y sintetiza el carlamoilglutámico, que puede sustituir el acetilglutámico inestable, como activador alostérico y puede ser utilizado en niños con esta deficiencia metabólica.
En el curso de estos trabajos, Grisolía aisló todas las enzimas reguladoras de estas fases y de estos estudios nació el interés por el mecanismo de la eliminación de NH3 que hoy es una de las líneas de trabajo del Inst. Inv. Citológicas.
En toda su labor, nunca pierde de vista las aplicaciones médicas de la Bioquímica.
En 1954, Grisolía es requerido por la Universidad de Kansas y nombrado Prof. asociado de Medicina interna y Bioquímica. En 1959, es nombrado catedrático y, en 1962, se constituye el Departa- mento de Bioquímica y es nombrado director. Años después, en 1974, se le nombra profesor distinguido.
Recién llegado a Kansas, una filántropa americana, la Sra. McIlvain hizo una donación para constituir, en aquella Universidad, un Instituto de Investigación Médica, sostenido con fondos privados y Grisolía fue nombrado director. A la inauguración asistió el presidente Truman y Santiago vistió un smoking prestado. Este es otro ejemplo (el de la Sra., no el del smoking) digno de ser imitado por la Sociedad española y en nuestro caso por los estamentos sociales y políticos de la Comunidad Valenciana.
Los medios de este Instituto permitieron a Grisolía impulsar sus investigaciones sobre el ciclo de la urea y pautas metabólicas relacionadas. Allí descubrieron el metabolismo degradativo de las pirimidinas y aislaron todas las enzimas implicadas. En este período, aislaron también las fosfogliceromutasas que participan en la glicolisis, y aclararon el control enzimático de la desorción de O2 de la hemoglobina y la síntesis del carbamoilfosfato mediante el ATP.
En total, Grisolía aisló más de 20 enzimas y logró cristalizar 4, entre ellas la acetilfosfatofosfatasa que era la enzima más pequeña conocida (menos de 9.000 D).
En toda esta labor subyace una línea permanente que constituye una aportación importantísima al desarrollo de la enzimología como ciencia. Aparte de tantas enzimas caracterizadas, Grisolía descubre propiedades generales (cambios de estabilidad por la presencia del substrato, casos de pérdida de estabilidad a bajas temperaturas, etc.) que le llevan a establecer una teoría coherente de la actividad enzimática. Es la teoría de la plasticidad o elasticidad de las proteínas enzimáticas frente al medio ambiente, expuesta en 1964 bajo el título: "The Catalitic Environment and its Biological Implications" (Physiological Rew., Octubre de 1964).
Es interesante señalar que muchos bioquímicos españoles que hoy ocupan lugares importantes de la Universidad y en el CSIC, se formaron, con Grisolía, en el Dpto. de Bioquímica de la Universidad de Kansas.
Habiendo muerto el tan recordado Dr. Forteza, la Caja de Ahorros de Valencia propuso a Grisolía la dirección del Instituto de Investigaciones Citológicas, que era una obra sostenida por esta entidad privada, única y ejemplar en España.
En el año 1976, Grisolía vuelve a Valencia, de la que nunca se había desligado e inicia otra fructífera etapa en el IIC.
Aquí continuó los trabajos sobre carbamoilfos- fatosintetasa y otras enzimas relacionadas con el ciclo de la urea y desarrolló nuevas líneas sobre las bases moleculares de la patología hepática, como la prevención de la intoxicación amoniacal, el mecanismo de recambio y transporte de proteínas, las bases moleculares del envejecimiento, etc.
Otras se refieren a los efectos tóxicos inducidos por el alcohol, tanto en adultos como en el feto y a los mecanismos de genotoxicidad tan importantes para la medicina medioambiental, y para el diseño de antibióticos y agentes antitumorales.
Otras se relacionan con la expresión genética y con el desarrollo de sondas de DNA que permiten localizar genes para diagnóstico, criminología, selección de razas animales o vegetales, etc. Finalmente, son de gran interés los estudios sobre el control de la diferenciación celular y la proliferación tumoral y sobre la función de la proteína-quinasa en estos procesos.
Grisolía ha dado al IIC un nivel científico envidiable y un prestigio internacional. Su experiencia ha influido decisivamente en toda la labor investigadora del Centro y en la formación de sus científicos y hoy es un órgano en plena actividad, productor de ciencia de primera línea, con una plantilla de investigadores de categoría excepcional.
A la Caja de Ahorros, a Forteza, a Grisolía y a los miembros del Instituto, les debe Valencia agradecimiento por esta obra.
Ahora la Consellería de Sanidad y Consumo, ha tomado la antorcha que, sin duda, elevará a cotas todavía más altas.
Es imposible resumir el curriculum de Santiago Grisolía. Ha ocupado puestos de la mayor relevancia en entidades y organizaciones, siendo el último el de Presidente del Comité de Coordinación de la UNESCO para el Genoma Humano. Ha publicado más de 350 trabajos científicos.
La relación de premios y nombramientos honoríficos que ha recibido es extraordinaria:
Miembro honorario de diversas sociedades científicas y Academias.
Doctor Honoris Causa por diez universidades españolas y extranjeras.
Gran Cruz de Alfonso X el Sabio y de Sanidad.
Vocal del Consejo de Cultura del Ayuntamiento de Valencia y del Consejo de Cultura del Ayuntamiento de Valencia.
Consejero Científico de varias fundaciones y entidades.
Asesor y editor de diversas revistas y libros.
Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 1990.
Profesor distinguido de investigación en Biomedi- cina del IIC.
Profesor distinguido de la Universidad de Kansas.
Una muestra de su impresionante actividad es su participación en más de 200 congresos y reuniones científicas, casi siempre como conferenciante.
Siendo tan importantes los valores científicos de Grisolía no lo son menos sus valores humanos. Siempre digo que Santiago es un mago de las relaciones amistosas; creo que no hay, en el mundo, nadie que tenga tantos amigos entre la elite de los científicos más eminentes y esas relaciones han logrado que Valencia se haya convertido, en numerosas ocasiones, en sede de acontecimientos culturales de resonancia internacional: las lecciones "Jerónimo Forteza", que se dan anualmente en el IIC nos permiten conocer a los investigadores más punteros de cada especialidad y asambleas como las del Genoma Humano han reunido en nuestra ciudad a lo más selecto de la Biología Molecular.
Como demostración de este capital de amistades que posee Grisolía basta decir que la propuesta para su nombramiento de profesor distinguido en Kansas, formada por 5 profesores de esa Universidad fue apoyada mediante cartas individuales por 15 premios Nobel, entre ellos: Chain, Cori, Krels, Kornberg, Leloir, Monod, Ochoa, etc., por 33 miembros de la Academia Nacional de Ciencias de los EEUU, por 49 profesores extranjeros y por 19 antiguos profesores de dicha Universidad.
No menos envidiable es su capacidad para convencer, a autoridades y mecenas, para apoyar obras de carácter científico y de ello son ejemplos la Fundación de Estudios Avanzados y los Premios Jaime I.
Otras iniciativas como estas, faltan en la Comunidad Valenciana para dotar grupos de trabajo estables que aseguren investigaciones sostenidas, en líneas que son vitales para nuestro pueblo y que llevan una vida lánguida, dependiente de subvenciones inseguras e insuficientes. La Caja de Ahorros de Valencia ha dado, en este mecenazgo ejemplos meritorios.
No se puede hablar de los méritos de S. Grisolía sin citar, la participación en ellos, de su mujer.
Cuando Grisolía llegó a Kansas, el director le presentó a Francis diciendo: la Srta. Thompson le ayudará en su trabajo. Dice Santiago, con buen sentido del humor, que Francis era muy inteligente y que discutían mucho sobre cada experiencia, y un día le propuso: "si te parece nos casamos y así discutiremos además de otras cosas". Y todo fue muy bien. Francis es una distinguida Doctora en Bioquímica y siguió trabajando en el laboratorio con gran éxito hasta que consideró que era más importante la educación de sus hijos y el cuidado de su hogar. Santiago y Francis tienen dos brillantes hijos, Santiago y Guillermo. Santiago estudió en la Universidad de Yale, con el Prof. Stryer, es neurólogo, Profesor de la Universidad de California y Jefe de Neurología del Mercy Hospital de San Diego. Guillermo es abogado y asesor Legal en Los Angeles, muy introducido en la política americana en la que destaca por sus dotes oratorias, que ya le valieron, de joven, alcanzar el Premio Nacional que le entregó el presidente Gerald Ford.
Los dos nietos de Grisolía muestran ya su precoz inteligencia, y su ancestro valenciano se manifiesta en su entusiasmo por "les mascletaes".
Actualmente Francis realiza en el IIC, con entusiasmo admirable y desinteresadamente, la ingente labor de construir y conservar el museo Ochoa. Ella ha clasificado toda la documentación, ha establecido, con su sentido bioquímico, una ordenación admirable y eficaz para su estudio y ha puesto de manifiesto su buen gusto en la exposición de los valiosos y emocionantes recuerdos de D. Severo.
Hoy ya se está escribiendo una Tesis Doctoral sobre una parte de la obra del maestro y esto puede hacerse gracias a la Doctora Francis Thompson de Grisolía (permitidme que la nombre en el sentido español). Por todo ello le debemos nuestra admiración y nuestro agradecimiento.
Querido Santiago: los miembros de esta Universidad nos sentimos orgullosos de que te incorpores a nuestro Claustro de Doctores, te felicitamos, nos felicitamos y te deseamos muchos años de fecunda actividad científica y de felicidad. Muchas gracias.