Ha sido inevitable. Cuando le hablamos al Maestro Lozano de amor de Universidad, ya nos había sido infiel con el Mediterráneo. Cuando fuimos a explicarle el porqué de la locura de los colores, él ya había tenido siete romances completos, siete, con la luz. Uno con cada color virgen, del arco iris.
Cuando le contamos nuestras dudas de que el verde fuese un color inocente, las plantas ambiguas que, como es sabido, viven siempre en las dunas, ya le habían nombrado su defensor.
Cuando le dijimos: "Maestro, la Universidad ve causa de honor en tu cultura, en tu arte, en tu magisterio", nos dimos cuenta de que D. Francisco Lozano era ya perito en arenas con matorrales humildes, que son aquellos que no están en ningún censo. Ya era perito en rincones jurásicos.
Por todo ello ha sido inevitable que la Universidad Politécnica de Valencia le reconociera con su más alto honor. A cambio, el Maestro Lozano nos ha regalado un cuadro de secretos de riberas y brumas, de matorral y arenales. Y, a su vez, el cuadro nos regala la presencia del Maestro Lozano a esta Universidad. Para siempre.
Ha sido, afortunadamente, inevitable.