Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 11 de mayo de 1999
Recibe ud. Señor saramago, un honor universitario que viene de muy antiguo y que se confería, sin necesidad de examen, por causa del honor de los méritos que, por ser altamente notorios, el recipiendario poseía. Yo creo, señor, que tal elevada muestra de reconocimiento fue establecida antiguamente por la universidad para que así, periódicamente, fuesen perdonadas las culpas que, irremediablemente, cometían aquellos hombres que vestidos con faldas vivían en los palacios, ya fuesen corte, catedral, o paraninfo.
Aún hoy, y aunque no abundan en nuestro campus los palacios, en las universidades se siguen cometiendo errores. Así, por ejemplo, aquí enseñamos geometría, geometría es que la línea recta es la distancia más corta entre dos neuronas, y, como es sabido, por cada línea recta que se traza se mata una fantasía. Cuando enseñamos la loxodromia, que es la curva que busca el camino más fácil, gastamos más esfuerzo en hacer la explicación, que el trabajo que ahorramos al recorrer tal camino.
La ética no es un patrimonio del genoma, no es un patrimonio de la iglesia como nos dijo en este mismo paraninfo el cardenal Tarancón, cuando fue investido Dr. Honoris causa, ni es un patrimonio de la universidad, como algunos sabemos.
Ud. Representa para nosotros, las manos del trabajador, la capacidad de imaginar y de crear, la humildad y la soledad del ermitaño, la ética necesaria, la ética compatible, la ética posible, patrimonio de la cultura cívica, del ejercicio pleno de derechos y deberes.
Por eso le necesitábamos a ud. Aquí, en la universidad politécnica de valencia. Hoy nos ha traído el equilibrio entre los números rojos y los números negros, nos ha traído un inestable balance de paz.
Gracias, señor saramago, por su presencia, su palabra y el ejemplo de su obra.
Muchas gracias.